Títulos Original: 天空の城ラピュタ
Género: Fantasía / Animación
Año: 1986 País: Japón
Director: Hayao Miyazaki
Productora: Studio Ghibli
Sinopsis: el filme más emocionante y entretenido (en el terreno de la diversión pura) de Miyazaki. Escrito por él mismo basado en un cómic de su autoría, he aquí una fascinante extrapolación fílmica de la tercera parte de Los Viajes de Gulliver, en donde el protagonista del libro de Jonathan Swift, después de pasar por Lilliput y Brobdingnag, llega a la isla flotante de Laputa. Aquí, en este mundo fantástico de Miyazaki, no hay ningún Gulliver pero sí una niña llamada Sheeta que es en realidad una de las últimas descendientes de la realeza que gobernaba Laputa. Secuestrada por un siniestro agente gubernamental apoyado por fuerzas militares, Sheeta es también buscada por las hordas de la anciana pirata Dola y sus torpes hijos, que van tras las supuestas riquezas que hay en Laputa. Sheeta es protegida por el heroico infante Pazu, un huérfano que recuerda que su padre vio alguna vez la mítica tierra flotante que todos buscan. En el universo paralelo de Miyazaki la gente viaja en globos y zeppelines que parecen provenir de principios del siglo XX, presume tecnología militar de mediados de ese mismo siglo y existen enormes robots futuristas que pueden destruir todo con su simple mirada. Además del alarde imaginativo, Miyazaki nos sorprende con más de dos horas de acción pura e inteligentemente montada: la película inicia con una emocionante secuencia de abordaje aéreo y de ahí en adelante no da tregua alguna. Los acontecimientos se suceden con rapidez, la información se acumula y los personajes se van transformando ante nuestros ojos, adquiriendo matices inesperados para tratarse de una película para niños. Como de costumbre, Miyazaki desliza sus críticas y sus mensajes sin sermonear nunca al respetable. Así, en el contexto de un filme entretenido, de buen humor y con una imaginación desbordada, la crítica al militarismo, al mal uso de la tecnología y a la destrucción de la naturaleza se dejan caer sin que nadie se sienta aleccionado. En todo caso, otra lección que también da Miyazaki es mucho más complicada: una lección de cómo se hace gran cine.
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